El Cerdo Silente que Lloró

Nunca pensé escribir sobre máquinas tragamonedas. Escuchaba a mi abuela cantar canciones afro-caribeñas mientras recogía zanahorias en Brooklyn. ‘Lucky Pig’ no fue diseñado para algoritmos, sino para la quietud. Cada giro? Un aliento. Cada victoria? Una risa compartida con un cerdito que bailó una vez antes de desaparecer en la luz de la medianoche. La RNG no trampa—susurra. ¿Y cuando pierdes? No te enojas. Escuchas. Recuerdo jugar ‘Cotton Candy Meadow’ a las 2 AM, tras mi primera pérdida: sin bono, sin ruido—solo el viento entre hierbas digitales y el tímido timbre de una campana que sonó cuando el cerdo se alejó. Mi madre decía: ‘La suerte no se persigue. Se encuentra cuando dejas de correr.’